Primero que nada, ¿cómo es que funciona esto de los transgénicos? Se toma un gen deseable de alguna especie y se injerta en otra especie. Por ejemplo, se desea crear una variedad de sorgo inmune a ciertas plagas; se toma el gen que proporcione estas características y se injerta a las semillas de sorgo. El problema es, y de hecho sucedió en Brasil, que nunca se sabe qué efectos secundarios podrían traer estas modificaciones de especies. Lo que sucedió fue que, ese año, las cosechas de sorgo efectivamente fueron inmunes a las plagas, pero la cosecha resultó ser demasiado sensible al clima y, en consecuencia, se perdió casi la totalidad de la cosecha. Si eso sucediese en México, por ejemplo, tras modificar el maíz (producto básico en la alimentación de los mexicanos) se perdiesen las cosechas, podrían desaparecer todas las variedades de maíz que existen, perdiendo ese tipo de cultivos para siempre.
Otro riesgo latente es que no sólo se puede provocar un efecto secundario poco deseable, sino que también puede que la especie transgénica simplemente no pueda adaptarse al medio. Hay que considerar que las especies que vemos hoy en día han sufrido cambios significativos a lo largo de millones de años y, las especies que no se pudieron adaptar, simplemente desaparecieron. Por más que se estudien estos productos en un laboratorio, jamás se podrán analizar absolutamente todas las variables que el mundo fuera del laboratorio puede presentar. Al modificar de manera drástica el lento y efectivo proceso de la selección natural, proceso que determina qué especies subsisten y cuales no lo hacen, estos son mucho más susceptibles a no lograr adaptarse y morir en consecuencia. Otra preocupación, quizás un poco más alarmista, es que estos productos podrían tener efectos secundarios nocivos para quienes los consumen; existe poca evidencia en este sentido.