Primero, las primeras impresoras que se mencionaron, las de inyección de tinta y las de láser, representaron un avance sumamente importante, íntimamente ligado al avance en torno a la física aplicada, llamadas también ingenierías. Las impresoras láser, por ejemplo, funcionan dejando un “patrón” mediante fuerzas electromagnéticas que le indicaban a la tinta dónde depositarse; después la tinta era calentada y adherida a las páginas. Pero ahora la historia es muy diferente. La tecnología bautizada como rapid prototyping es capaz de utilizar diversos materiales tales como polímeros o metales (acero por excelencia) para ir creando, de la nada, estructuras complejas en tercera dimensión. Esto quiere decir que, tras modelar la pieza en el ordenador, la impresora es capaz de inyectar capa tras capa del material o materiales seleccionados a grandes temperaturas y velocidades, dando forma así al material hasta alcanzar la forma de la pieza que se seleccionó.
Aunque aún resulta poco viable para muchos, dado que alcanzan un precio en el mercado cercano a los 15 mil dólares estadounidenses, esta tecnología podría remplazar muchísimos aspectos de la fabricación en serie, la cual jamás se podrá encontrar libre de defectos. Pero, como la tecnología rapid prototyping se basa en un modelo exacto de ordenador y lo replica de manera idéntica, estos defectos asociados a la producción en serie podrían desaparecer. Aunque aún faltaría analizar cuántos tipos de materiales y qué tan rápido pueden procesarlos estas impresoras para verificar si efectivamente son viables, cabe destacar que ya se han realizado piezas para automóviles satisfactoriamente, aunque aún no han sido probadas en acción, dado que al momento únicamente han sido incorporadas las piezas para automóviles a maquetas de automóviles de la Fórmula 1.